Bhima Tay

Este blog se creó para divulgar las creaciones y actividades de Bhima Tay, vidente, periodista de lo desconocido y poeta. Aquí encontraréis artículos relacionados con la videncia, el tarot evolutivo, la magia y poemas extractados de sus libros.

miércoles, marzo 12, 2008

FELIPEII

“El espejo enigmático”, 29-2-08
Felipe II y el secreto de El Escorial
Una biografía maldita
La Muerte del Demonio del MediodíaLa leyenda dice que san Lorenzo trajo de Oriente a Europa el Santo Grial. Pero ¿qué es exactamente esa fuerza mágica que representa el Grial? ¿Es una mera casualidad que siglos después Felipe II, convencido de ser el nuevo rey Salomón, construyera el enigmático monasterio coincidiendo con la festividad de San Lorenzo?
Nacer y morir tal vez sean experiencias muy similares. Y Felipe II, a quienes sus admiradores llamaron Rey Prudente y sus enemigos Demonio del Mediodía, tuvo miedo a ambas.
Tuvo miedo a nacer , el parto se demoró 13 interminables días. Y tuvo miedo a morir, su agonía se convirtió en vía crucis de 53 jornadas. Un verdadero camino hacia el calvario, sino fuera porque sus enemigos dirían que no fue un Mesías del catolicismo, como él pensó, sino el mismísimo Demonio.
Y ya fuera Dios o fuera el Demonio quien lo ideó, su muerte, rodeado de fantasmas interiores, heridas sangrantes y huesos de muerto fue un verdadero martirio.
Desde 1592 su salud se había deteriorado irremediablemente a causa de la gota que sufría.
Siendo consciente de que el tiempo se le escapaba de entre sus doloridos dedos y que le llegaba el momento de enfrentarse con sus propios fantasmas, el rey prefirió hacerlo en su madriguera y ordenó su traslado al monasterio de El Escorial.
El 30 de junio de 1598 salió del alcázar madrileño una comitiva espectral para no regresar. Durante seis días su silla articulada fue transportada por porteadores que se turnaban en el oficio. Jamás pareció el monasterio escurialense tan lejano de Madrid como en aquel verano en el que el rey que se creyó Mesías y comenzó su itinerario hacia otro mundo. Y al fin, el día 5 de julio pudo ver las torres enigmáticas de su templo.
Era el momento de enfrentarse a las imágenes de su propia vida. ¿Qué había hecho en ella?
Fray José de Sigüenza nos dice en su crónica sobre El Escorial que el monarca sufrió el 22 de julio de 1598 calenturas a las que se unió un principio de hidropesía. Se le hincharon vientre, piernas y muslos al tiempo que una sed feroz lo consumía.
Aquella fiebre lo marchitó durante siete días completos, presintiéndose tan a las puertas del infierno que el fraile jerónimo afirma que Felipe se sintió “asado y consumido del fuego maligno”. ¿Creyó tal vez el rey que aquél era su postrer destino?
Ya fuera Dios o el Diablo, alguien envió al monarca una agonía cruel. Apareció encima de la rodilla derecha “una postema de calidad maligna, que fue creciendo y madurando poco a poco con dolores muy fuertes”. El médico Juan de Vergara abrió con hierro aquel absceso purulento, pero aquel sajar y sangrar no sería el último, sino el primero de los que padecería el rey en su temible agonía.
Pudiera ser fe, pero también miedo, lo que llevó a Felipe a ordenar lo que en seguida se dispuso. Buscó burladero en Dios y se confesó ante fray Diego de Yepes, a quien le pidió que le leyera la pasión según San Mateo. ¿Era lectura para confortar el alma o porque se sentía en igual trance que el Mesías?
Mandó que trajeran ante sí sus reliquias favoritas, y el pie de su cama se fue transformando en un espectral espectáculo con “la rodilla entera con el hueso y pellejo del glorioso mártir San Sebastián”, un brazo de San Vicente Ferrer, una costilla del obispo Albano y otros fetiches de similar naturaleza. Y pide que se las pongan sobre la rodilla herida; de inmediato siente alivio, y le confeccionan un altar allí mismo

“Mandó poner a todos los lados de la cama y por las paredes de su dormitorio crucifijos e imágenes”,
Entre ellas, algunos cuadros de un pintor extraño, un cicerone de mundos lejanos y próximos al mismo tiempo, cancerbero de infiernos y caricaturista de la moral humana: Hieronimus van Acken, El Bosco.
¿Por qué ordenó Felipe II que trajeran a El Escorial cuantas obras de El Bosco fuera posible? ¿Qué razón tuvo para consumir sus últimas horas en este mundo contemplando las aterradoras descripciones del infierno que plasmó en sus obras el genial artista flamenco?
En la pintura la Mesa de los Pecados capitales, sorprende que la obra se estructure en cinco círculos. El más grande es el del centro, dividido en tres anillos concéntricos. Es el Ojo de Dios, y una leyenda escrita en latín nos advierte que todo lo vigila: Cave, cave, dominus videt (Cuidado, cuidado, el señor observa).
En el anillo exterior están representados los siete pecados capitales. Y en los cuatro ángulos de la tabla hay otros tantos círculos donde aparece el tema favorito de El Bosco: Muerte, Juicio Final, Infierno y Gloria.
Y ahora, imaginad a Felipe II. Los ojos desorbitados, los labios resecos, las llagas supurando, mascullando oraciones y besando pellejos y huesos de santo mientras en la pared de su alcoba se daban cita los peores sueños de El Bosco.
También tuvo delante en el último instante de su existencia El Jardín de las Delicias,
otro tríptico sobrecogedor, un matraz alquímico representa la Creación. En la tabla izquierda aparece la creación de Adán y Eva.

Se cree que el Bosco estuvo vinculado a la corriente herética de los Adamitas, una curiosa secta donde el matrimonio era cosa detestable, realizaban sus rituales completamente desnudos y defendía la práctica sexual del amor libre.
¿Adamita? ¿Conocimientos secretos? ¿Crítica social? ¿Quién inspiró a El Bosco? ¿Qué supo de él Felipe II que quiso cruzar al otro lado contemplando los mundos invisibles pintados en aquellas tablas?
Durante los 53 días de su agonía, en vísperas de que también una mano invisible pusiera sobre el fiel de la balanza sus virtudes y sus defectos, creo que el rey mostró terror a morir.
Temiendo caer en un estado de inconsciencia del que ya no le fuera posible salir, el primer día de septiembre el monarca solicitó la extremaunción, a lo grande. Dice Sigüenza que “mandó a su confesor que le llevase el Manual, libro donde se administran los Santos Sacramentos, y le leyese todo lo que éste tocaba sin dejar letra”.
El 13 de septiembre hora y media antes de expirar, “tuvo un paroxismo tan grande que todos creyeron que había acabado”, de modo que comenzaron los lamentos y los llantos. Pero como en la mejor de las películas de terror, de pronto el supuesto muerto abrió desmedidamente los ojos y asió el viejo crucifijo de Carlos V con una fuerza propia de un hombre pletórico de salud ante la estupefacción, y tal vez un susto morrocotudo, de todos los presentes.
Tras la muerte del rey amaneció precisamente el día del Señor, un domingo, luminoso y alegre. Era el día 13, el número que en el Tarot corresponde a la Muerte; una carta de cambio y transformación. ¿En qué se transformó Felipe II? ¿En Rey Prudente o en Demonio del Mediodía?
Eso continúa siendo un misterio